LA OBRA DE H. L. SANTIAGO MARTÍNEZ, ANTÍDOTO PARA EL ABSURDO
octubre 17, 2024Fotos: Archivo del autor
En medio de la conservadora plástica oaxaqueña, irrumpe la obra de H. L. Santiago Martínez (Oaxaca, 1963), como una propuesta que muestra la intersubjetividad del autor. Por medio de una composición engañosamente desordenada, nos plantea un mundo que se percibe como una gran puesta en escena, en la que se hace difícil reconocer al protagonista, porque para sorpresa éste, no existe, al menos no dentro de la obra, sino fuera de ella. El protagonista es aquel que observa, aquel que percibe el mundo y lo hace propio desde su contemplación. El protagonista es el espectador.
Contemplar la obra de Martínez, es contemplar una puesta en escena, en donde todo ocurre dentro de un mismo tiempo y un mismo espacio, es decir, es la experiencia del aquí y el ahora, de la conciencia del momento presente, de la simultaneidad de fenómenos que se sostienen en el mismo tiempo.
En esta puesta en escena, pese a existir una variedad de personajes, éstos están aislados, cada uno vive una experiencia individual, la interacción entre ellos es un elemento ausente, reservado a penas a un par de siluetas, que lo mismo parecen dialogar, que sorprenderse de un suceso no explícito. Con esto se manifiesta el absurdo, como pariente de la paradoja; el reconocerse solo en medio de una multitud. Ese reducido grupo de personajes, que interactúan, se diluyen en medio de la muchedumbre, que solo se justifica desde una salvedad compositiva.
En el universo Santiliano podemos reconocer dos constantes, que pueden ser tomados como símbolos; el primero, los utensilios domésticos, desde donde se anuncia que hablamos de un tiempo sobre el que transcurre lo cotidiano. Y lo cotidiano es el absurdo, lo inconexo, lo paradójico, de esta manera lo cotidiano se dibuja como una parodia de lo trágico.
El segundo signo, presente en los lienzos de H. L. Santiago Martínez, es la figura de la barca, como un territorio limitado por la frontera circundante, el agua. Un territorio al que estamos confinados y del que no podemos escapar, amenos que aceptemos el naufragio como opción. Este territorio es el mundo, al que hemos llegado por pura y mera circunstancia. Nuestra existencia es sinónimo del absurdo.
Algunos de los títulos con que Santiago Bautiza su obra son: “Convocatoria para encender la chispa de la vida”, “El silencio es más hábil que el Conejo”, “No deseo que me cocines la naranja”, “A muchos les cae muy chido un mezcalito después de enredarse con la lluvia” y “Haciéndola de tos a los taxistas que cobran muy caro las palabras” Parece ser que si en su obra H. L. Santiago Martínez nos confronta con el absurdo de la vida, reduciendo a esta a un sin sentido, con sus títulos nos devuelve el encanto frente a la existencia, es decir, aquello que nos salva del absurdo es la posibilidad de poetizar la realidad. Esta posibilidad no es una opción romantizadora del absurdo, sino un acto transformador, que nos permite devolverle su sentido a la existencia. Es la capacidad humana de poetizar el mundo, aquello que nos rescata del absurdo circundante.
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