ENTRE HUMO Y POLVO

enero 14, 2024

La madre, Grabado en relieve, 36 x 50 cm
Texto e ilustraciĆ³n: Miguel Ɓngel HernĆ”ndez*  


1

ARROYO

 
La sombra gatuna
 

En el centro de Tehuantepec, la casona era como muchas otras del entorno. Su alta y amplia banqueta frontal y fachada amarilla, en la que, por la acciĆ³n del tiempo, los adobes y tabiques rojos se asomaban en algunas zonas de su descarapelado repello de cal y arena. Con su arquitectura vernĆ”cula de tejavana alta a casi seis metros del piso, con paredes de adobe con casi un metro de espesor y pesadas puertas de madera formaban una fortaleza con un corredor al frente rodeando el amplio patio central.
Mientras la madre inclinada sobre el lavadero, tallaba la ropa de la dueƱa de la casa, desde un costado junto a ella, desde ese improvisado observatorio, el pequeƱo alternaba su traviesa mirada entre sus revistas y cuentos de clĆ”sicos infantiles, darle unos rayones al inseparable cuaderno de dibujo con sus colores de Blanca Nieves y mirar extasiado aquel singular lugar. Observando embelesado cada rincĆ³n de la casa- solo desde ahĆ­- por prohibiciĆ³n de la madre con la amenaza de castigar la osadĆ­a de ir a mirar, hurgar y tocar lo ajeno y mucho menos correr por donde su curiosidad le exigĆ­a. Cada detalle llamaba su atenciĆ³n, como aquel mangal al fondo del patio repleto de mangos y de generoso follaje.
Cada habitaciĆ³n de esa hĆŗmeda casa era un misterio. Sus gruesas y oscuras puertas llenaban de historias la imaginaciĆ³n de sus apenas cinco aƱos. Desde brujos y brujas hasta tesoros guardados celosamente por aquella solitaria alma que habitaba ese cuerpo encorvado, delgado y escurridizo en esa lĆŗgubre vestimenta de blusa, falda, calcetas y calzado en azul marino y otras veces negro, los Ćŗnicos colores que recordaba despuĆ©s haber visto sobre ella. Su rostro de piel enjutada, pegada al hueso y de suaves y abundantes arrugas. Su pequeƱa nariz hacĆ­a juego con sus delgados labios. Su cabello en Ćŗnica trenza caĆ­a sobre su espalda rĆ­gida por los aƱos. Caminaba como gato, suave y sin producir algĆŗn sonido que delatara su presencia. No recordaba su voz, tal vez era sigilosa y suave como las pisadas de gato, o habĆ­a aprendido el lenguaje de los cientos de ellos que cohabitaban con ella o quizĆ”, habĆ­a perdido la voz de tanta soledad y tristeza. Solo recuerda su aroma. OlĆ­a a muebles viejos, a mango maduro, a pescado, a gatos y a excremento de estos.
Cuando la hora de la comida llegaba, surgĆ­an de los rincones de la casa, de las sombras proyectadas sobre las gruesas paredes por aquellos muebles de madera, que resguardaban numerosas historias de generaciones pasadas. Algunos otros se movĆ­an encorvados y desembarazando su cuerpo, ronroneando y untando sus feromonas en las patas torneadas de las mesas que sostenĆ­an sobre ella cada objeto, cada tasa y cada plato que, por su naturaleza gatuna, consideraban de su propiedad. En el tejado, cientos de ellos, entre negros y pardos, tampoco recuerda haber visto un gris o un blanco.
Al llamado silencioso de la seƱorita Arroyo, su dueƱa, caƭan - literal- sobre los kilos de tripas de pescado traƭdos en bolsas del mercado por la madre. Se arremolinaban jalando ansiosos con dientes y garras trozos de su alimento fresco. El festƭn terminaba cuando en el piso de tabique rojo, solo quedaban manchas rojas y oscuras. La manada, contrariamente a su llegada, volvƭan sigilosos a sus rincones ya saciada su hambre, a relamerse los bigotes gatunos. Como en un pasaje literario de Alan Poe, recuerda las visiones de medio dƭa en la cocina, donde comƭan con la seƱorita Arroyo. Gatos aquƭ y allƔ, entre los trastes, sobre y debajo de las mesas, mientras otros miraban sin moverse entre la viliguanas y tejas del techo, confundidos en el negro y espeso humo. El olor a la comida en las ollas y servida en los platos, se mezclaba con ese olor caracterƭstico de los gatos, satisfechos de ratones, bichos y de tripas de pescado.

Y ya en casa, volvƭa aquel pequeƱo a sumergirse en las historias del Llanero Solitario, los Picapiedra, KalimƔn, la Cenicienta o del Lobo y los tres cochinitos.



*Miguel Ɓngel HernĆ”ndez (Tehuantepec, Oaxaca, 1965) Docente de educaciĆ³n primaria, artista plĆ”stico y ejercitante de la escritura.  


TAMBIƉN PODRIA GUSTARTE

0 comments

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

PUBLICACIONES MƁS LEƍDAS