DIONICIO MARTÍNEZ Y EL CÓDICE DE LA MISERIA
julio 31, 2023
La trayectoria artística de Dionicio Martínez se puede dividir en dos etapas; la primera, en los años 80, se caracterizó por ser un artista costumbrista, influenciado principalmente por la literatura y el boom latinoamericano. La segunda etapa está generada a partir de un hecho histórico: el levantamiento armado por parte del EZLN. Por tanto, podemos fecharla de 1994 a hoy día.
Su vínculo con el zapatismo no fue espontáneo, hay detrás de su historia personal una serie de eventos que lo vinculan con la lucha social; en un principio se define a sí mismo como “hijo de campesinos pobres” originario de la comunidad de San Antonio Huitepec, en la Mixteca oaxaqueña. Desde pequeño salió de su comunidad, para estudiar. Aquello lo llevó a formarse como docente, lo que lo remite a la normal rural de Mactumatzá en Chiapas, en donde leyó por primera vez “Un fantasma recorre Europa…”.
Su labor de maestro rural lo encaminó a impartir sus primeras clases en la comunidad Benemérito de las Américas, Chiapas, en donde presenció por parte de terratenientes una deforestación indiscriminada. A raíz del levantamiento zapatista, Dionicio optó por la nueva estética, dejando de lado el costumbrismo e inclinándose por la ilustración política a través del grabado, retomando así la tradición mexicana de esta técnica como medio de expresión y crítica política, misma que fue inaugurada en el siglo XIX por José Guadalupe Posada.
En 1994, Dionicio trabajaba bajo la dirección del maestro Gerardo de la Barrera, quien lo encaminó a explorar la mezzotinta (grabado en metal libre de ácidos). Fue en su taller en donde vieron la luz dos obras importantes: la primera sería Por la patria y la segunda, El Códice de la miseria; con la primera, fue galardonado por la Universidad de Tama, Japón (1995) y la segunda, es la que nos ocupa hoy.
El Códice de la miseria es un conjunto de 12 ilustraciones en pequeño formato, impresas a partir de técnicas de grabado en metal que van de la mezzotinta al agua fuerte y agua tinta. Entre las escenas que las componen, sobresalen imágenes serenas, como de quien contempla y analiza las distintas aristas emocionales que provoca un evento social como el zapatismo. Podemos notar el pasamontañas como símbolo revolucionario, elemento que cancela el individualismo y apuesta por la empatía colectiva, de tal suerte que debajo del pasamontañas, está tu rostro, o el mío, o el de todos los indígenas del país. En estas postales predomina una estética revolucionaria crítica, sin alejarse de la ternura.
Dionicio fue el primer artista oaxaqueño en declararse Zapatista, dando un giro a su propuesta pictórica, lo que le valió el rompimiento con galerías y promotores de la cultura; sin embargo, le permitió lograr algo más grande: hacerse acreedor de aquel premio en el país del sol naciente. Dionicio es un artista consecuente, con su tiempo y con su origen campesino, que nos recuerda la dignidad de tener conciencia de clase
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