DE BECARIO DEL TALLER RUFINO TAMAYO, A MAESTRO EN EL TALLER DELFINO MARCIAL CERQUEDA
mayo 18, 2024
Javier Figueroa nació en Juchitán de Zaragoza. El barro de la séptima, barrio coseista, sirvió para grabar sus primeros pasos. La imagen de los pies descalzos, pisando el barro de las calles populares, puede servir de punto de partida, para hablar de Figueroa. En ese acto de iniciación bípeda, el infante se encuentra con dos técnicas de arte; por una parte, el amasado del barro, que antecede a la escultura, y por otra, la impronta de su primer grabado, en huecorelieve.
Su infancia transcurrió entre el ir y venir de las calles, en donde aprendió de la vida;
—Yo, fui parte del escuadrón mosquito, que éramos puros morros, hijos de los coceistas.
—¿De qué se encargaba el escuadrón mosquito?
— De hacer bulla.
El destino divino se manifiesta en hermosas coincidencias. Su formación en el arte formal, puede ser dividida en dos etapas; la primera, en la Casa de la Cultura de Juchitán, la segunda, en el taller de artes plásticas Rufino Tamayo.
En la década de los 80s, la lucha coseista ganó las elecciones municipales, lo que convirtió a Juchitán en el único municipio, en ser dirigido por un gobierno socialista. En medio de estos cambios políticos, también cambió la comunicación, de aquellos altavoces barriales en donde se anunciaban las novedades públicas, a las estaciones de radio. Fue en un programa de radio, que Javier escuchó la oferta en formación artística en la Casa de la Cultura.
—Al único artista que había conocido hasta entonces era a Delfino Marcial, al que veía pasar por las calles del barrio, recién había regresado de México, donde estudió artes plásticas, en la Esmeralda. Te mentiría si te dijera que no quería ser como él.
En unos días se descubrió, siendo parte de los talleristas de la Casa de la Cultura de Juchitán. Un día llegó Jorge Sánchez Hernández, iba de parte del taller de artes plásticas Rufino Tamayo. El taller Tamayo, se proponía buscar dentro del estado de Oaxaca, a jóvenes que tuvieran interés en aprender artes, por medio de una beca. La oportunidad que había estado buscando se había presentado y no la iba a dejar ir.
─Quizás no iba a ir tan lejos como Delfino Marcial, pero por lo menos conocería otros lugares e iba a aprender artes, solo un tonto hubiera dicho que no.
Llegar al taller Tamayo, fue una nueva experiencia, se hospedó durante un año con un primo, luego decidió regresar a Juchitán, y fue a ver al maestro Juan Alcázar, quien era director del taller Tamayo, después de platicar y despedirse, Alcázar le propuso quedarse, para que fuera su ayudante, a cambio, podría vivir en el taller y además sería enviado a impartir Talleres Comunitarios dentro del estado, lo que incluía un módico sueldo. Es importante mencionar que el programa del que fue instructor Figueroa, “Talleres comunitarios en las ocho regiones del estado” fue reconocido en los Estados Unidos, por la bibliotecaria y escritora estadounidense Laura Lane Bush, el premio fue entregado en la Casa Blanca, Washington. D.C. —Una niña Huave, de San Mateo del Mar, fue a recibirlo.
De esta manera transcurrieron 15 años, en los cuales, aprendió distintas técnicas de grabado, tanto en metal como en piedra y madera. Recuerda las horas de trabajo al lado de Juan Alcázar, quemando placas de Maximino Javier y del mismísimo Francisco Toledo.
—Cuando el maestro Alcázar murió, tuve que dejar el taller porque ya no podía vivir ahí, me quedé sin trabajo y me fui a rentar un cuarto, las rentas son caras en la ciudad, no aguanté mucho y luego regresé a Juchitán. Esto te lo cuento no porque crea que me voy a hacer famoso, pero nunca pierdo la esperanza que me reconozcan, por lo menos.
El taller de grabado Delfino Marcial
Cuando fue el temblor, todos vivíamos con miedo, un poco porque podía volver a temblar, otro poco porque parecía que se iba a acabar la comida, pero no se acabó y la gente de Oaxaca, nos mandó cosas y de otras partes también vinieron.
Te cuento lo del temblor, porque por esas fechas yo regresé a Juchitán. El taller en ese tiempo se llamaba Huanacastle. El taller lo fundaron Delfino Marcial Cerqueda y Chalo Bustillo. Cuando ocurrió el terremoto. El maestro Delfino pidió ayuda a sus amigos de la ciudad de México y con ellos, se hizo una carpeta. La coordinaron Delfino y Jorge Ulloa, se llamó “XUU” que quiere decir temblor.
Cuando el maestro Delfino regresó de la ciudad de México, me dijo, —Busca un candidato, que se encargue del taller— Él ya se había ido a vivir a la ciudad de Oaxaca y el taller estaba abandonado. Busqué, pero estaban pidiendo dinero. Entonces me dijo si quería encargarme, mi respuesta —Con que me den el espacio lo abro, a ver cómo nos va después.
Estaba tirado todo. Propuse que se ampliara el espacio moviendo esa división corrediza. Ya se abrió ese espacio para poner el tórculo. Cuando fue el terremoto, la Casa de la Cultura se cayó. Y aquí vinieron a dejar dos prensas. Aquí hay otro taller a la vuelta, pero ese es de la casa de la cultura. Precisamente yo desarmé esas prensas para entregarlas. Le dije a Chalo (director del Foro ecológico juchiteco) —pues, ya que quieren la prensa, pues yo solo la voy a desarmar— De esa manera se abrió aquí, esta parte quedó como galería y atrás como taller.
Cuando el maestro Cerqueda estaba en el taller se hicieron varias carpetas. Yo he impreso a los maestros Óscar Martín, Miguel Ángel Toledo y a Osorio Pineda. Con el tiempo Osorio y sus amigos vinieron a verme al taller y pidieron que les enseñara grabado, lo primero fue ver su dibujo, que era bueno, se integraron al taller y ahora ya trabajan solos. Parece que no ha pasado el tiempo, pero ya llevo cuatro años aquí en el taller.
En la actualidad, en el taller trabajan los compañeros Osorio Pineda, Tonny Santiago, Bido Guse, Lupita Estrada, Jorge Hilario y Divis Javier Pineda. Es el taller más productivo que hay ahorita en Juchitán, pese a que hay más talleres.
Como te conté al principio, el taller se llamaba “Cuanacatle” pero tras la muerte del maestro Delfino Marcial, fundador del taller y además el primer artista que conocí y hasta cierto punto, solo verlo de niño, me motivó a dedicarme a esto. Un día que pasé frente a la Casa de la Cultura, que estaba demolida por el terremoto, vi entre los escombros un trozo de madera, me lo traje y le pedí a Osorio que sobre él, escribiera el nombre del maestro, porque ese iba a ser el nuevo nombre del taller.
Yo no sé si con el arte se pueda cambiar el mundo, pero la posibilidad de imaginar cancela la violencia, Juchitán es uno de los municipios más violentos de Oaxaca, el grabado es un oficio que aleja a los jóvenes de las calles y les da una alternativa honesta de vida.
La vida de Javier Figueroa, es una línea que se dispara de ese instante, en que dibujó sus pasos en el barro de las calles de la séptima; hasta hoy día, cuando sus huellas se dibujan con la gubia en la madera que cede paso a la imagen. En Figueroa existe un vínculo profundo, entre su vida y el arte, por eso el taller de grabado y el hogar son sinónimos. Desde los días en que habitó en el taller Rufino Tamayo, hasta hoy, que ha hecho del taller Delfino Marcial Cerqueda, su hogar. En donde espera a sus nuevos alumnos, pues los primeros que tuvo en el taller Delfino Marcial, hoy en día están probando suerte como artistas en la ciudad de Oaxaca y México. A quienes les deseamos la mejor de las suertes.
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