CONSUELO ELENA NÚÑES LÓPEZ

marzo 29, 2024

 

Consuelo Elena Núñez López nació en Arequipa, Perú el 18.08.1968. Es Lic. En Literatura y Ling. en la Univ. Nacional de San Agustín, con tesis sobre el silencio del discurso en la novela de Zeín Zorrilla. Celebra Bodas con la poesía el año 2011. Ha participado en diversos recitales virtuales y presenciales. Es miembro del CEA.

Sus artículos han sido publicados en su Blogs de Wordpress, Tumblr, en revistas virtuales como Vallejo & Co. y Revista Pytx sobre análisis de poemarios diversos.

2021: Reconocimiento Bicentenario a la Labor Desarrollada. Medalla y Diploma otorgado por la Municipalidad Provincial de Azángaro en Arequipa, Perú.


DECLARACIÓN CURADA (Retrospectiva)

 

Aquél vino descorchado

o junio caluroso                    -es de no creer-

una guayaba soy

seduce dulce                          -en buen castellano-

 

Saludos en lenguas              -quechua y árabe-

tan humilde esbozado

apenas tinto

a media luz o

dorado atardecer

fuente virginal                        -cuchillo al lado-         

serenamente.

 

Sexta Compañía

-más grande del mundo-

o un fruto maduro

moro a probar                        -a la mesa.

 

Guayaba primera

sabor nuevo

decides tomar       

la blanca a saber                    -irresistiblemente.

 

Sigo hoy

la línea respingada

de tu nariz delicada             -de tus anteojos Boss-.

 

Gozas hoy

intimidad degustada

naturaleza necesaria                   -rizado cabello negro-.

 

Sin prisa acontece

somos boceto

del cuerpo ahíto.

 

Una guayaba tan solo

o palmera de Túnez

pintada al fresco.

 

Arte los dos

instante temprano

o la vida por entero                     -tomamos de una vez-.

 

En objeto convertida

el destino ha jugado

tu aroma has despedido.

 

Rica guayaba:

ni el cuchillo era pobre

ni la fruta era elitista.

 

Levantada mesa dichosa

mayor de once hermanos

mensajero se pronuncia

una palabra: «Gracias».

 

 

 

 

 

ALTAR DE MI DEVOCIÓN

 

Te extraño

con todo

-mi- cuerpo.

 

Desde cada

rabillo de mis ojos,

-como la necesidad de-

una ínfima larva.

 

Echo de menos el

ombligo de la redondez

que recorta

cualquier sombra que te imita.

 

O, desde los ojos

de las yerberas que,

parecen mirar desde su centro.

 

O, con cada punta de mis cabellos aún negros

aceitados y con brillosas hebras

contemplar en recreo caricias

hilos de tus sienes

al roce.

 

Antes del pallar

de tus orejas, extraño:

 

El íntimo placer de mis yemas.

 

Recuerdo puertas pintadas de amarillo, crema o blanco.

 

Y extraño correr sobre

las huellas de tus pasos en aquel Santuario,

rodeado de esplendor verde

niña aún.

 

Ante el altar de árboles

-no me impide esta lucha-

solo es un árbol añoso y triste.

Señor de Huanca.



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