El día de ayer, asistí a la presentación de la Gaceta Cultural La Telaraña. Su número uno está dedicado a la gráfica. Se cuestiona y propone el diálogo; respecto a la ya sabida ausencia de crítica, en la cultura oaxaqueña.  

Con esta presentación, reabrió sus puertas el espacio cultural fundado por el escultor y pintor Alejandro Santiago, que comparte nombre con la mencionada gaceta. El centro cultural La Telaraña no exhibía ni albergaba evento cultural alguno, desde el 2020, cuando tuvieron que cerrar sus puertas tras el asedio pandémico.

En la nota editorial se lee el siguiente fragmento: 

Un fantasma recorre nuestra ciudad. El fantasma de la crítica, que no acaba de formarse ni tener vos ni cuerpo, sino solo expresarse en un largo lamento de años y décadas. De este modo, ciertos artistas, escritores y otros agentes culturales exhuman cada tanto el cadáver de Robert Valerio para pasearlo por la ciudad por unos instantes y explicar el presente.  

Es verdad que el trabajo de Robert Valerio es importante dentro de la incipiente critica a la cultura oaxaqueña, sin embargo, ésta, la crítica, es un proceso de construcción--->desconstrucción, por tanto, debe ser renovada periódicamente para dotarla de actualidad.  

En el 2019, se llevó a cabo la Guelaguetza Gráfica, en aquel año se dio a conocer que en nuestro estado existían más de 60 talleres gráficos, este dato puede parecer optimista. Yo lo interpreto de dos maneras; una positiva y la otra no tanto. Primeramente, hay que destacar las particularidades de la organización comunitaria, símbolo de nuestras comunidades, lo que puede ser traducido como que los oaxaqueños, desde nuestro origen cultural, estamos inclinados a la organización colectiva y cooperativa. Pensemos a la prensa de grabado, como un símbolo de la comunalidad, entorno a lo que acontece la creación grafica. Por otra parte, si uno visita los talleres notará que impera una estandarización de la estética, es decir, el estilo pictórico de nuestros grabadores atiende a una complacencia del mercado, se crea aquello que demanda el comprador dejando en segundo plano la intuición sensible del artista gráfico. 

Es claro que, en nuestro estado, la producción grafica promete mucho, sin embargo, para que se cumplan esas promesas debe surgir a la par un movimiento crítico. De ahí que publicaciones como la gaceta La Telaraña, sean de importancia para una construcción profunda de la cultura y del arte.

Por último, me gustaría incluir algunos fragmentos del libro La luz de la tristeza, ensayos a Walter Benjamín, escrito por el esteta Crescenciano Grave.  

 La relación de la literatura con la filosofía se construye en la forma crítica, la reflexión va más lejos que un simple examen subjetivo negativo y bilioso, o entusiasta y lleno de admiración y que un mero comentario expositivo del contenido de la obra. 
 
La crítica busca el contenido de verdad de una obra de arte, la verdad artístico-filosófica de la obra de arte, es decir lo permanente de esta. 
 
Cada obra poética en virtud de su forma particular se constituye en un límite relativo a la infinitud de la reflexión.  
La obra de arte es un médium de acceso al absoluto, la obra en sí misma es incompleta si la enfrentamos al absoluto del arte, la crítica es un continuum de la obra en la reflexión crítica la obra se consuma y se valora a sí misma.  
 
La crítica forma a la obra individual en la unidad del arte, el subsumir lo individual en lo absoluto del arte culmina la posibilidad reflexiva contenida en la obra misma, el arte es la apertura desgarrada de este anhelo y la crítica en tanto continuación reflexiva de la obra de arte. 
 
La poesía sólo puede ser criticada desde la poesía; un juicio sobre arte que no sea a su vez una obra de arte no tiene derecho de ciudadanía en el reino del arte. 
 
La crítica es la intuición de la idea en que se aspira relacionar reflexivamente la belleza y la verdad en el seno del anhelo de lo absoluto.  
 
 
Si la crítica eleva al autoconocimiento a la obra poética, el pensar filosófico que se muestra en la crítica es la configuración conceptual de esta. 
 
 
La crítica como el procedimiento reflexivo que, partiendo de la obra de arte individual como algo incompleto, la eleva a la forma general del arte que aspira a lo absoluto.  
 
El crítico, para poder descubrir la verdad, debe penetrar tanto lo objetivamente presente en la obra como los comentarios que se le han sobrepuesto.   
 
 
Lo que se muestra escindido en las obras de arte valiosas, el crítico debe buscar entretejerlo en su reflexión. Esto significa detectar lo simbólico de la obra. El carácter simbólico de la obra no radica en que lo evidente remita para su comprensión a un significado oculto. 
 
 
La crítica contemporánea parte del significado de los datos de la obra –ocultos a veces tanto para el público como para el poeta-  
La crítica futura pretende encontrar la verdad decantada, reposada, eterna. Aquello, más allá de las circunstancias históricas y de las vivencias y pretensiones del poeta. 
 
Entendamos a la crítica no como descubridora sino como creadora de formas que sin desocultar permiten intuir lo oculto. Para conseguirlo, el pensamiento debe efectuar el traslado de la obra de arte a la filosofía. 
 
 
La filosofía se levanta como hermana de la obra de arte en la medida en que en esta aparece el ideal de su problema, toca a ella recrear en una nueva forma, ya no sostén inexpresivo de la belleza, sino expresión lingüística de la verdad. Formular el contenido de verdad de una obra de arte es intuir filosóficamente los problemas que se desprenden de ella sin que esto signifique la disolución aclaradora de la obra de arte. 
 
 
Hacer crítica es hacer filosofía: formulando lingüísticamente el ideal del problema que aparece en el arte. 
 
 
No son las instancias externas las que determinan a la obra de arte, sino que es ella la que contiene abreviada y simbólicamente la esencia de aquellas, mismas que hay que penetrar en la contemplación para manifestarla en su nombre.