RUBEN PÉREZ HERNÁNDEZ

marzo 23, 2024


 

RUBEN PÉREZ HERNÁNDEZ, Montevideo, Uruguay, 1960. Es Licenciado en Historia, escritor y poeta. Trabaja en la Biblioteca del Poder Legislativo y tiene publicaciones en varios países. Ha participado en dos antologías literarias, una con poemas “Crepuscular” en Oxymoron en Argentina y otra con un cuento (segundo lugar en ese concurso en Verso Inefable 2023). Ha publicado un libro de cuentos que se llama “Historias mínimas de gente común” y un par de trabajos de historia. Ha participado en distintos eventos de lectura de poemas, así como en publicaciones de diversas revistas:

REVISTAS LITERARIAS

LA URPILA 63: Poemas, diciembre, año 2000.

DELATRIPA: Nº 58, enero 2022. Cuento.

CON VOZ PROPIA: Nº 116, abril 2022. Poemas.

N° 120. Octubre 2022. Poemas.

Nº 129. Octubre 2023. Poemas.

LETRALIA: abril 2022. Poemas.

ALMERÍA VOZ: Nº 30, mayo 2022. Poemas. 

LA PARADA POÉTICA: 30 de agosto de 2022. Poemas.

OXYMORON EDITORA: “Crepuscular”. Antología poética, Argentina 2022

GRUPO LITERARIO VERSO INEFABLE: Antología “Pesadilla bajo la tinta”. Cuentos.

Diciembre 2022.

Antología “Verso y prosa, en gris y rosa”. Poema. Enero 2024.


Profunda paz


La puerta está abierta.

La noche avanza y mientras tanto

vivo el momento, éste momento.

Lo vivo como si fuera el último, como si después

no hubiera nada más...

Solo una inmensa energía en un vasto espacio.

Un eterno ahora que se estira hasta el infinito.

Inhalo profundamente hasta llenar los pulmones de aire,

luego, lentamente exhalo lento, suave, sin apuro,

conteniendo la ansiedad,

entonces abro los ojos y contemplo la playa, a las olas,

suaves bucles que mueren en la orilla,

es como si fuera uno solo con el paisaje.

Miro el horizonte y se ven las primeras nubes rojizas

que amanecen como cualquier día de verano.

Esto me produce mucha paz.

Una profunda e indescriptible paz.



La cadena de acontecimientos


Fui un hombre primitivo.

Luego desbrocé campos antiguos

y alimenté animales a orillas del Nilo.

Estuve en guerras.

Fui marino en el azul Mediterráneo,

anduve luchando en tierras inglesas

y concluí mi vida en una tienda en América.

Fui amo y fui esclavo.

Fui a lugares extraños y volví más sabio.

Subí montañas y pedí limosna en puertos lejanos.

Escribí poemas y corté leña en bosques milenarios.

Fui místico, sabio, humilde soldado,

labriego frustrado, constructor y monje solitario.

He recorrido eras eternas.

Tiempos inmemoriales sin fin,

círculos eternos que giran en torno mío

dejándome en este preciso momento:

atento y despierto.


El principio


Primero brotó el silencio.

Luego germinó el sonido,

tímido, lento,

cadente hasta ser Universo.

Se dijo la primera palabra,

brotaron audaces, eternas

conversaciones,

algunas discrepantes, otras

fugaces.

Palabras dichas al oído,

miradas taimadas, recelosas,

que en definitiva claudicaron

bajo el peso maravilloso del fulgor.

Luego, un haz de luz

abrió el horizonte, llenando

aquel vacío interrogante.

Después el amor dio vida

a la materia. Se multiplicó

abundante hasta ser multitud,

hasta abarcar todo el planeta.

Desde entonces somos carne,

alma y esencia, tal vez extraviados,

tal vez en permanente búsqueda

de aquello que suponemos nos hace falta,

de aquello que pueda al fin

tapar el vacío que llevamos dentro.



El camino de libros


Camino entre libros amontonados,

tirados, abandonados.

Tal vez olvidados. Eliminados de la faz de la tierra.

Pacientes, desmayados o solamente dejados aparte,

en somnolientos estantes a la espera

de ser redimidos de esa muerte lenta.

Somnolientos estantes, sonámbulos libros.

Espacios vacíos que esperan ser llenados,

espacios llenos que esperan ser vaciados.

Vacíos inclaudicables,

sonidos de alerta, la espera.

Pasos que recorren una y otra vez

pasillos con muchos sueños, muchos diálogos,

murmullo incesante de multitud de imágenes

que miran impacientes

antes de ser arrebatados del estante.

Entonces, así paso el día.

Camino lento entre libros amontonados

simulando que son estatuas de mármol,

esfinges en desérticos lugares,

menhires encallados, hambrientos de importantes diálogos.

Camino lento entre los libros.

Camino lento entre los espacios, escurriéndome.

Me deslizo silencioso reptando, como un ofidio,

una víbora, como una serpiente ávida de inmortalidad.


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