PIEL DIVINA, EL DETECTIVE SALVAJE OAXAQUEÑO.

septiembre 24, 2024

 

Texto: César Elí García/Fotografia de portada: Un memorioso anonimo


Debe de haber momentos de ruptura, y movimientos de ruptura, no nada más por crear un nuevo movimiento, sino porque es indispensable, digamos, que se rompa un poco con todas esas capillas, cúpulas, catedrales, que están manejando la cultura Jorge Hernández


Piel Divina, en el bar los Cuiles, tomándose una Bohemia, Oaxaca de Juárez, México, junio del 2023. Empecemos por Jorge Hernández, el ser real, el ser viviente, digamos; el ser que sigue trabajando. Cuando vives en la costa de Oaxaca, de pronto miras el horizonte y ves nada más esas montañas que separan la costa de la ciudad, entonces había dos salidas nada más, o atravesar la montaña, o echarse al mar, pero como soy más bien, hombre de tierra, decidí irme más allá de la línea del horizonte de la montaña y me vine, primero me eche una buena caminata fíjate, llegué por la montaña a través de San José del Pacífico, bajando por Miahuatlán y luego bajé al Valle. Primero llegué aquí, a la ciudad de Oaxaca, pero no encontré lugar donde podía inscribirme para seguir estudiando, yo llegué con ganas de estudiar, y de aquí me fui a la Ciudad de México, y la Ciudad de México me recibió mejor, digamos, al otro día empecé a trabajar y luego me inscribí en una secundaria nocturna para trabajadores, porque en mi pueblo, Pochutla, en aquel momento solo había escuela primaria, no había secundaria. Esas fueron las motivaciones para salir del pueblo, sobre todo lo que me hacía soñar era ir más allá de la línea del horizonte, después, bueno, mi horizonte se fue extendiendo, después fue a través del mar y más tarde conocí otras culturas y otros países, otras lenguas.

En la Ciudad de México hice teatro, con un grupo de amigos, hicimos teatro, y después nos integramos a lo que es teatro con orientación campesina, de CONASUPO, que era de hecho, un teatro de propaganda, en donde nos invitan para ir de comunidad en comunidad, para orientar a la gente sobre cuáles eran los precios de garantía de maíz, del café, del ajonjolí, para luchar contra el coyotaje, a veces nos corrían a balazos de las comunidades, porque cuando se enteraba el cacique, éste no quería saber nada de nosotros, entonces utilizábamos la obra de teatro como un soporte pedagógico, para instar a la gente, para hacerles tomar conciencia, de que bueno, ya no es el coyote el que dicta los precios, sino que había los almacenes de CONASUPO(Compañía Nacional de Subsistencias Populares), que les repartían la costalera, que daba precios de garantía para el maíz, para el frijol, para el café, así es como yo hice teatro, en las brigadas de teatro, de educación campesina. Después trabajé con otros amigos, en otras obras. Aunque hay un mito de que hice danza contemporánea, pero no, nunca, nunca. A mí me gusta la cumbia, que es la danza más contemporánea que puede haber. Todo el mundo piensa que yo me eduqué en los salones de la facultad; no, yo me eduqué en las cantinas.

Llegué a la poesía, justamente a través de un grupo de teatro, que estaba montando una obra con unos amigos, todos unos asesinos, que dirigía, me acuerdo, el italiano Aldo Sareli, y en el grupo estaba un compañero, que se llama Rubén Medina, fue compañero también de Marco Antonio Silva Martínez, un día me dijo, —Oye, por qué no vienes al taller, vamos a hacer poesía, nosotros siempre hemos tenido inquietudes literarias Entonces nos vamos al taller, primero de Alejandro Aura, y después, al de Juan Bañuelos, en nuestra torre de rectoría, pero fue Rubén Medina el que me llevó. Ahí nos enojamos un poco con Juan Bañuelos, porque, pues Juan Bañuelos, como buen burócrata cultural, llegaba con su morralito, se sentaba y nos decía —Haber muchachos, que tienen que leer, a ver qué tienen que decir Entonces alguno leía, pero no hacía ningún comentario, no guiaba en nada, hasta que llegamos y dijimos, ─Bueno Juan, esto no es un taller de poesía, pero vamos a arreglar las cosas, mira, aquí está tu renuncia, la firmas y se acabó Qué diplomacia —Esto es una broma, muchachos, esto es una broma, muchachos—No, es en serio Y de ahí nos corrió del taller, después llegamos y ya habían cerrado el taller, porque le habíamos hablado, le dijimos, Mira, lo que vamos a hacer es bueno, vamos a animar nosotros el taller de poesía, en una especie de autoaprendizaje, vamos a leer, a discutir, a criticar, a proponer lecturas y todo Pero no le interesaba para nada, él tenía su puesto de burócrata cultural y pues se acabó, y entonces cuando le dijimos, —Bueno, pues aquí está tu renuncia Ya no le gustó, ya no quiso recibirnos en su taller.

Se puede decir que estamos en un intervalo, en el que, el Jorge Hernández pasa a ser Piel Divina. Dentro de los talleres de poesía, había unas compañeras, Vera Larrosa y Mara Larrosa. Un día empiezan a acariciarme el brazo y dicen Ay, pero qué piel tan suave, que divino y de ahí nace el Piel Divina, claro, alguien del DF maravillado por la belleza oaxaqueña, no, y además yo soy indio, no tengo ningún pelo, a mí me acarician y no tengo pelos ni en la lengua. Era el trío de las sirenas más maravillosas que puede haber creado la humanidad, era Vera Larrosa, Mara Larrosa y Gelles Lebrija. Ahí surge mi nombre justamente, o mi sobrenombre que ya me rebasa completamente, es decir, que poco a poco el nombre de Jorge Hernández empieza a desestructurarse y a desaparecer, y lo empieza a rebasar completamente mi sobrenombre, a tal punto, que cuando aparece la novela Los detectives salvajes, un día yo me despierto como un tipo famoso, muy conocido, pero ya no soy yo, es un personaje de ficción, el teatro se expande, realmente es Jorge convirtiéndose en el personaje Piel Divina, y la vida se vuelve el teatro. Un poco ha sido teatro o medio circo también. Soy parte de una especie de mito, como yo te digo, ya el ser real, el ser de la vida real, Jorge Hernández, desaparece bajo capas y capas de este mito del Piel Divina, que no tiene nada que ver con el ser real, aclaro, hay que hacer la diferencia entre el Piel Divina de la ficción y el Jorge Hernández de la vida real, yo soy un hombre que tiene mujer, tiene sus hijos, tienen sus actividades, me gusta trabajar. Hasta después supe, que había inspirado no solamente a Roberto Bolaño, también a otra persona que se llama Johnny Hookeger, que escribe una novela que se llama A la sombra del quinto sol, donde yo también soy otro personaje, pero ahí no es con el nombre de Piel Divina, no sé ni qué nombre me pone.

Del trabajo de Roberto puedo decir que, una de las mejores novelas es Amuleto, me gusta mucho, y me gusta particularmente Llamadas telefónicas, que son cuentos. Creo que en 2666, fue una mala opción la de publicarlo todo , en un tomo enorme, no me pareció lo mejor, son cuatro novelas, de hecho, sí ves, no están ligadas; es un libro incoherente de alguna manera. Se hubiera publicado como él tenía la idea de publicar separadamente cada una de las novelas, bueno, además, es la última novela que él escribió, ya después de muerto, han publicado un montón de cosas, que no sé hasta qué punto es Bolaño, o ya son refriteados.

El cuento es que después, los amigos me dicen —Lo que pasa es que Roberto Bolaño, tal vez tenía su parte homosexual, entonces estaba como enamorado o celoso de ti Pero, pues yo no tenía ninguna conciencia de quién era yo, ni nada. Yo me fui descubriendo poco a poco, en la mirada de los ojos de los otros, en los ojos de los otros. Yo vivía en un universo, en un pueblo, donde no había espejos, nunca yo me vi en un espejo hasta la edad de 17 años. Yo no sabía ni quién diablos era, si tenía el pelo chino, si tenía el pelo lacio, si era grande, si era chaparro, no tenía, ninguna conciencia de mi ser, fui recuperando esa conciencia, a través de la mirada de los otros. Entonces me dijeron que alguna vez Roberto Bolaño, estuvo celoso de mí, porque las mujeres me querían, no sé.

Respecto al poema de Mario Santiago, Consejos de un discípulo de Marx, a un fanático de Heidegger, Pita Ochoa asegura que es un poema que debe ser traducido a todas las lenguas, y en eso coincido con ella, aunque yo no soy el traductor del poema Consejos de un discípulo de Marx, a un fanático de Heidegger, es Samuel Monsalve. Yo lo contacté después, le hice algunas críticas a su traducción, y la seguimos revisando, porque le señalé muchas impresiciones en su trabajo, entonces habrá una nueva edición, ya revisada y corregida.

Estábamos en el taller de Alejandro Aura, entonces Alejandro pidió, bueno, si alguien podía leer, recuerdo que Mario, metió mano a su morralito, y sacó sus papeles, que no estaba todavía completamente organizados, y empieza a leer Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger. Es el poema total, el poema programático, de alguna manera, crea una ruptura con lo que se estaba escribiendo en ese momento en México, Mario aborda este poema a partir de la existencia de la ciudad, es un poema completamente urbano, en este poema, no se reduce nada más a la construcción del verso clásico, es un verso abrupto, que se corta, que se recorta, es un verso, en el que incluye sus inquietudes, sus curiosidades intelectuales, sus referencias, incluye también expresiones completamente ordinarias de la vida, pero al mismo tiempo, yo diría el poema global, el poema total.

Entre un discípulo y un fanático, hay una gran diferencia, pero Mario Santiago tampoco era un verdadero discípulo de Marx, su cultura era más vasta, más general, no se centraba nada más en una formación ideológica, o filosófica, para tratar de aplicar un dogma marxista, era mucho más amplia su cultura, por otra parte, era un poema, como te decía un poema total. Al mismo tiempo, un poema reto, un poema que pretende lanzar un reto a la poesía mexicana, y particularmente al que en ese momento era el Papa de la cultura en México, me refiero a Octavio Paz, entonces a él le lanza esta tuya, de alguna manera, a él le hace el reto a través de este poema, Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heideger diciéndole, “bueno, pues es un mano a mano, no, a ver, qué tienes tú para responder” nunca hubo respuesta de Octavio Paz. Tal vez siendo más joven, hubiera podido responder al poema al mismo nivel. Ahí es la ruptura, con todo lo que se escribía entre los discípulos pacianos, que hacían el verso precioso, el verso bonito y verso académico, a un poema que integra muchísimas referencias culturales, y particularmente una construcción poética, que viene de la poesía inglesa, que hace referencias a Ezra Pound, a William Carlos Williams, a T. S. Eliot, entonces, se inspira más de la vida, pero siempre también teniendo presente todo lo que en ese momento era la poesía en lengua española, y la poesía latinoamericana, particularmente los horazerianos. Entonces era integrar un poco la cotidianidad, pero mezclando un poco todas esas referencias que te comento.

Una gran diferencia, era, que nosotros volteamos los ojos a cautivar la vida cotidiana, ya no era nada más buscar el modelo de la belleza occidental, sino que una muchacha media jipiosa, porque era la moda para los jóvenes en ese momento, todo mundo andaba con su morralito oaxaqueño, no andábamos vistiéndonos a “la otra moda”, muchos andábamos con guaraches, entonces era como volver la mirada hacia un ser más real, un ser que se viste con lo que puede, con su camisola oaxaqueña, con lo que se identifica.

Dentro del poema existe una figura que a mí me llama mucho la atención, el parque como un reducto que la civilización deja a la naturaleza, y en parte también eran los únicos espacios de libertad que nos dejaban para poder pasearnos, acostarnos, besarnos, acariciarnos, porque o vas a un hotel para estar con una chava o vas a un parque para echarte un faje, eran los únicos lugares abiertos, digamos lugares públicos, y hasta con eso, cuando la policía te miraba, se dedicaban a buscarnos para corretearnos.

Mencionaba caminar para salir del pueblo, en Los detectives salvajes es eso, un grupo de jóvenes que caminan la ciudad, a final de cuentas era estar en movimiento, cuando en el manifiesto dice, déjenlo todo, es dejarlo todo, el pasado del pasado, dejar tus recuerdos, dejar tu infancia, dejarlo todo y empezar a ponerse en movimiento, es así como una invitación a ir más allá, a ensanchar sus horizontes y siempre es sobre todo el movimiento. Nosotros nos la pasábamos recorriendo la ciudad de norte a sur, o de sur a norte, yendo hacia otros lugares, primero porque como dice Nietzsche, solo se puede pensar en movimiento, no se puede pensar sentado, entonces era parte de estar en movimiento pensando y hablando siempre, o recitándonos poemas. Es una manera también de vivir, y de integrar la ciudad, e internarse en la ciudad de nuestro cuerpo, entrar a los mercados, entrar a los bares, entrar a las cantinas, donde nos dejaran entrar.

Nos unía el deseo, primero de estar juntos, y como no siempre teníamos dinero, era hacer largas caminatas para hablar, para distinguir, para irnos escribiendo, si ves, por ejemplo, en el poema de Mario, hay una respiración, con aliento, que es aliento de movimiento, aliento musical, aliento de jazz, aliento de todo lo que incita al movimiento.

El infrarealismo no era un grupo ideológico, nos interesaba la poesía, y si había que oponerse a algo era porque podíamos hacer alguna minirevolución, de alguna manera literaria, pero nunca estuvimos afiliados a ningún grupo político, ni partido político, ni tampoco un movimiento ideológico. Aunque efectivamente, Mario Santiago, por ejemplo, estaba en la Prepa San Ildefonso cuando llegan los granaderos y le meten el bazucazo a la prepa. Roberto Bolaño, a pesar de que, escribió sobre muchas cosas, nunca fue un poeta proletario, su terreno de combate fue siempre la literatura. Independientemente, cada uno podíamos tener un compromiso político, una militancia política, como fue el caso de Cuauhtémoc Méndez, como el caso de Ramón Méndez también, o el mío, que por mis orígenes, tampoco podía quedarme indiferente de otras luchas, pero no lo mezclábamos con la literatura, no hicimos de la poesía un arma panfletaria, digamos, que eso quede muy claro, nunca fuimos un grupo ideológico, nunca se trató de hacer poesía proletaria como Leopoldo Ayala, que se respeta mucho la posición, pero no era eso.

Efraín Huerta fue primero que nada un ser muy generoso, que nos recibió en su casa, que nos protegió, porque mucha gente nos echo caca encima, echaron toneladas de caca encima, y Efraín Huerta fue el único que nos protegió de alguna manera, y sabía que estábamos haciendo una poesía diferente, que nos confrontaba un poco a Octavio Paz, entonces, él sentía que había como una especie de continuidad de su propia poesía, por eso, es que hace el prólogo de la antología infrarealista, Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, dentro de la poesía contemporánea es el peor título que se puede inventar para una antología de jóvenes poetas, , parece una antología de maricones, si en serio, repite por favor el título. Ves, Ves.

Efraín Huerta, en ningún momento trató de imponer el papel de maestro, de guía, no, hubo mucha complicidad, sí, había complicidad, sí, había generosidad, también, solidaridad con nosotros, también, porque cuando ya no teníamos dónde chupar, íbamos a vaciarle todo lo que le quedaba de tequila, de vodka, y nos toleraba mucho, y eso es lo que fue, una figura tutelar, como también lo fue José Revueltas, porque efectivamente buscábamos a aquellos que de alguna manera hicieron detonar la poesía y la literatura mexicana, y Efraín Huerta se mostró siempre un ser muy solidario con nosotros, muy tolerante con nosotros, porque no cualquiera puede recibir a una banda de cabrones que se van a chupar toda tu cantina.

Hice mi vida en Francia, pero como dicen las mujeres de mi pueblo, yo no me fui, a mí me vinieron a buscar. No que me hayan pedido, digamos formalmente, pero mi mujer vino a buscarme; esto lo digo en broma, tampoco lo tomes en serio. Mi mujer vino a estudiar en la escuela de San Carlos, vino a estudiar pintura, hizo una primera exposición, y ahí nos conocimos, y después de conocernos, bueno, empezamos a hacer juntos proyectos culturales, de performance, ya mucho más tarde empezamos a colaborar, ahora hacemos escultura juntos, ella sigue siendo pintora, sigue siendo artista, pero nos pusimos a hacer escultura juntos.



Yo digo, que hice la transición de leñador a escultor, con mucha facilidad. Siempre me he entendido con el machete, siempre me he entendido con el hacha y del hacha, pasea a la motosierra y de la motosierra de cortar árboles, pase a la escultura, en lugar de nada más hacer trocitos de leña para calentar, pase a hacer esculturas. La poesía de Piel Divina, se transformó en escultura, es decir, que yo descubrí que mis amigos finalmente eran mejores poetas que yo, pero que yo podía hacer otra cosa. Voy a volver un poco a antes, cuando estábamos en el taller de la Casa del Lago, Roberto Bolaño no se presentaba como poeta, se presentaba como escultor, entonces decía el yo hago, esculturas mentales y se ponía a contar sus proyectos de escritura, tenía de alguna manera un pensamiento muy contemporáneo del arte, era un poco de artista Pop a la Andi Warhol, quería hacer una escultura, gigantesca, por supuesto, que eran delirios un poco de Roberto, sin embargo, yo reconozco que eran delirios de un artista muy contemporáneo. Con el tiempo, yo me dije, bueno, Roberto se volvió novelista y empezó siendo poeta, porque yo no me convierto en escultor. Entonces me di el brinco, durante varios años trabajé en París como asistente de escultor, de grandes escultores, y aprendí a trabajar la tierra, aprendí a soldar, he trabajado los mejores mármoles del mundo, aprendí a trabajar la madera y entonces dije, bueno, pues por qué no hacer mi camino por ese lado, por eso es que de la poesía di el brinco a la escultura, y creo que he logrado transmutar la poesía a la escultura, al volumen, al movimiento.




Epílogo




Dionicio Martínez —Yo tengo un punto de vista; en una entrevista, Bolaño asegura que uno de los mejores escritores, en México es Juan Villoro, me regalaron un libro que se llama Examen extraordinario y traté de leerlo, pero no me convenció.

Yo coincido con la opinión que tienes, es decir, que Roberto Bolaño podía ser muy exagerado, y sobre todo no necesariamente muy coherente con sus opiniones, entonces yo creo que Juan Villoro, no es el gran escritor mexicano, yo he leído a Juan Villoro es un amigo, pero yo no le daría ese puesto, hay muchos otros, muchos. Jorge Ibargüengoitia, por ejemplo, es un novelista Chingón, con mucho sentido del humor, con un sentido de estudio de ritmo. Una novela excelente, Los pasos de López, con ella entierra la novela de la Revolución mexicana, cosa que no logra hacer Carlos Fuentes. Ibargüengoitia se burla de todos, hasta de Pedro Páramo, que hubiera sido diputado del PRI.

Dionisio Martínez —Un escritor que me encanta Parménides García Saldaña y su obra Pasto verde

Es muy bueno como José Agustín, y la contracultura. La literatura mexicana no les ha hecho justicia de alguna manera, no, ahorita, ya están grandes y enfermos, pero Las tumbas, José Agustín, la escribió a los 20 años.












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