ENTRE HUMO Y POLVO

febrero 17, 2025


Texto e ilustración: Miguel Ɓngel HernĆ”ndez HernĆ”ndez “Trascendencia” Grabado en relieve/ papel canson edición 


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LA ECUACIƓN


Pitagórica adicción


Con maestría, el meñique, anular y pulgar de la mano izquierda, abrazaban la cajetilla de Marlboro y cerillos ClÔsicos, mientras que el índice y el dedo medio tensos y nerviosos de la misma mano, sostenían el cigarrillo encendido y humeante. Explicaba con su voz aguda casi infantil el proceso de lo que iba desarrollando con el gis de escayola blanca. Su mano derecha se deslizaba rÔpida y precisa, trazando fórmulas con signos, números y letras sobre la pizarra verde. Su discurso numérico, lo alternaba con una tosecita casi rítmica, malestar provocado seguramente por las rÔfagas de humo en su garganta.

Se decía entre los compañeros del aula que era un maestro chingón. Graduado como ingeniero civil en el Politécnico, con estudios de posgrado y maestría en matemÔticas y un doctorado en esa misma disciplina lo había llevado a tener esa destreza y vasto conocimiento para la enseñanza del Ôlgebra. El respeto de sus alumnos en la institución superaba el malestar que provocaba el humo de los múltiples cigarros que pasaban por su boca y manos como números durante la clase. Era un buen referente y bondadosa fuente de consulta. Explicaba de tal forma que los problemas se presentaban con la mÔs mínima dificultad para entenderla y encontrar los resultados en los problemas planteados en el Álgebra de Baldor como libro de cabecera.

Con la cĆ”tedra de matemĆ”ticas en la Prepa 4 de la UABJO, efervescente laboratorio de causas sociales y polĆ­ticas en la región del istmo de esos aƱos, su forma de enseƱar inspiraba a enamorarse de esa disciplina cientĆ­fica y a pesar de esa “vocación polĆ­tica” de la mayorĆ­a de la matrĆ­cula escolar. Terminaba siendo admirado como maestro y ser humano.

Las noches de desvelo sobre las hojas de papel reciclado nombrado revolución, se convertían en aventuras de acertijos matemÔticos y las hojas pasaban veloces con cientos de ejercicios resueltos hasta el amanecer. El resultado era perfeccionar una herramienta que al mismo tiempo ayudara a resolver los trabajos de física, la otra cÔtedra magistral del ingeniero Celso. Los dos procesos paralelos, uno de matemÔticas y el otro de física llevaron a muchos alumnos a estudiar en el Tecnológico de JuchitÔn.

Con su figura pequeña, caminaba siempre mirando al suelo y las volutas de humo sobre su cabeza bajo las tardes calurosas del istmo. Sus pasos rÔpidos sobre la plaza cívica de la prepa cual soldado de Diofanto de Alejandría, lo traían dispuesto a cumplir una misión: divulgar el Ôlgebra.

Sentados, en sus sillas con paleta y el cuaderno de cuadros y lĆ”piz sobre ella, escuchaban los alumnos sus pasos al subir a la planta alta del edificio escolar. Su “buenas tardes” al cruzar la puerta del aula, sonaba como “Al-jabr w'al-muqabalah”, el cual era el tĆ­tulo del libro escrito en Bagdad alrededor del aƱo 825 por el matemĆ”tico y astrónomo Mohammed ibn-Musa al-Khwarizmi, personaje que habĆ­a escrito en Ć©l la primera fórmula general para la resolución de ecuaciones de primer y segundo grado, segĆŗn contó en la primera clase del curso. La clase de cincuenta minutos pasaba volando al ir descubriendo con asombro los secretos de los nĆŗmeros.

Asƭ, al transcurrir el curso, mis noches dejaron de ser tan largas bajo el influjo del humo y aroma del tabaco, quemƔndose a veces en mi boca y otras en mi mano izquierda, mientras resolvƭa problemas propuestos por Baldor y dejados como tareas por el MAESTRO.


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