El empleo más constante que tuve en México fue como maestro en talleres de poesía chilena en la biblioteca Andrés Henestrosa de la ciudad de Oaxaca. También me desempeñé como asistente académico, vendedor de vino, de jugo verde, libros y ensaladas mixtas, entre otros productos y mercancías de mi emprendimiento extranjero. Acá en Chile los venezolanos o haitianos suelen mirarme con rareza cuando les digo que no estuve afuera por plata, tampoco obligado, sino por estudios primero y después por seducción de la tierra  mexicana, con su clima caliente y cultura callejera. Gracias a esos talleres que daba en la Henestrosa y que por fortuna podía cobrar porque estaba inscrito (no recuerdo bien por qué) en los registros del SAT, conocí a muchas personas de la comunidad oaxaqueña que valoraban el intercambio con un chileno perdido en México que se ganaba su afecto y algunos pesos, cada tres o cuatro meses. Esta oportunidad de trabajo la conectó para mí el queridísimo poeta José Molina, maestro. Pepe me presentó a Freddy Aguilar, director de la Henestrosa e impulsor de varias bibliotecas dentro y fuera del Estado de Oaxaca. Hace unos días la FILO –feria hoy fuertemente cuestionada por el monopolio económico-cultural que ejerce el empresario Guillermo Quijas Corso, dueño de la editorial Almadía– realizó un homenaje a Freddy Aguilar por toda la trayectoria desplegada en la creación y gestión de bibliotecas, su contribución a la presencia de libros en la ciudad y a su acceso, especialmente entre los infantes.

En el discurso de agradecimiento Freddy trazó una parábola cósmica desde la
pregunta de hacia dónde vamos como especie en esta esfera terrestre que navega en el vacío, hasta el lugar de los libros en ese conocimiento del viaje que todxs hacemos por la historia. Su discurso recaló en una crítica constructiva y amistosa a la propia FILO, nombrando a otras tantas pequeñas empresas editoriales que también saben cómo hacer un libro, buscar a lxs autorxs, editarlxs, publicarlxs y hacerlxs circular. Además de estar ya organizdxs en un tianguis literario que exige una repartición equitativa de los fondos públicos para la organización de ferias libreras, entre otras cosas.

No me extrañó la parsimonia y valentía de Freddy para referirse a las cuestiones del poder en Oaxaca, siendo él mismo alguien con una autoridad bien ganada en el campo de la gestión de bibliotecas y de todo lo que ellas pueden hacer en materia educativa, cultural, civil, es decir, alguien con poder, ejercido, profesional y creativamente, en torno al sentido liberador de la lectura y a su servicio en bibliotecas luminosas, motivadoras. Ser un creador de bibliotecas en un territorio como Oaxaca es equivalente a polinizar un medio que florecerá por su acción. Es fácil visualizar el colorido, la calidad y el vigor de una región del mundo que seguirá prosperando al multiplicarse estas flores y no el desierto de los monopolios o los Estados atestados de zánganos.

De los talleres más especiales que di en Oaxaca, en uno de ellos ocupamos un
material de filosofía para niñxs llamado Mundo Cruel, de una editorial española. Trabajar las preguntas de la filosofía con niñxs es una sorpresa constante. Sus miradas brillan cuando prestan atención a una: ¡Por qué el ser y no más bien la nada!, por ejemplo. El taller se realizó en la Biblioteca Xomichilco, del barrio oaxaqueño del mismo nombre, uno de los primeros por donde se asciende al amplio sector de San Felipe del Agua. En el patio fresco y agreste de esa biblioteca espléndida, nos sentamos con lxs niñxs a revisar las fichas gráficas del libro y responder sus preguntas. «Los prejuicios, el pensamiento mágico, la
falta de información, las noticias falsas, no pueden ser de lo que abreven los jóvenes de hoy… », dijo Freddy al final de su intervención. Las bibliotecas son lugares de cobijo y movimiento, de concentración y juego. Freddy Aguilar ha participado en la concepción e implementación de varias en México; cualquier lugar del planeta querría entre sus espacios públicos una de ellas.